Somos lo que comen nuestras madres


Los alimentos que consume la madre antes de la gestación y en las primeras fases del embarazo influyen en el sexo del bebé, revela un nuevo estudio británico. En concreto, la doctora Fiona Matthews y sus colegas de las universidades de Exeter y Oxford han identificado "una clara relación" entre las madres que se alimentaron con una dieta rica en calorías antes de la concepción y el nacimiento de niños varones. Los resultados aparecen publicados en la revista Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences.
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En el estudio participaron 740 mujeres embarazadas en el Reino Unido que no conocían el sexo de su bebé, y a las que se pidió que llevaran registros de sus hábitos alimenticios. Los resultados mostraron que 56% de las mujeres con el consumo más alto de calorías concibió bebés varones, comparado con 45% en el grupo que había ingerido una dieta menos energética. Los investigadores también encontraron una relación entre el nacimiento de niños y el consumo de cereales por sus madres en el desayuno. Las mujeres que se saltan la primera comida del día, por el contrario, se muestran más propensas a concebir niñas. El consumo de una dieta rica en potasion, calcio y vitaminas C, E y B12 también fomenta el nacmiento de varones.

Según los científicos en los últimos 40 años ha habido una reducción pequeña aunque significativa, de cerca de 1 por cada 1.000 nacimientos anuales, en la proporción de varones que nacen en los países industrializados. Matthews asegura que gracias a su investigación esto puede vincularse a la tendencia actual a limitar el consumo de calorías por parte de las mujeres jóvenes.

Fuente: Revista Muy interesante

Cuando el viento sopla

¿Puedes dormir tranquilo cuando los vientos soplan en tu vida?

¿Estamos preparados para las tormentas, para los desafíos de la vida?

¿Qué tan firmes son nuestras convicciones, nuestros principios y nuestros afectos?

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Un hacendado, que poseía tierras a lo largo del litoral de un país caribeño, constantemente necesitaba empleados.

La mayoría de las personas estaban poco dispuestas a trabajar en campos a lo largo del Atlántico. Temían las horribles tempestades que barrían aquella región y que hacían estragos en las construcciones y las plantaciones.

Buscando nuevos empleados, no encontraba a nadie que quisiera aceptar.

Finalmente, un hombre bajo y delgado, y de mediana edad, se aproximó al hacendado.

—¿Usted es un buen labrador? —le preguntó el hacendado.
—Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla... —le respondió el pequeño hombre.

Aunque bastante confuso con la respuesta el hacendado, desesperado por ayuda, lo empleó.
Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. El hacendado estaba satisfecho con el trabajo del hombre.
Pero entonces, una noche el viento sopló ruidosamente. El hacendado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado. Sacudió al pequeño hombre y le gritó:

—¡Levántate! ¡Una tempestad está llegando! ¡Amarra las cosas antes que sean arrastradas!
El hombre se dio vuelta en la cama y le dijo firmemente:

—No, señor. Ya se lo dije: yo puedo dormir cuando el viento sopla.

Enfurecido por la respuesta, el hacendado estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para la tempestad. Del empleado se ocuparía después. Pero, para su asombro, encontró que todas las pacas de heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero, y todas las puertas muy bien trabadas. Las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba amarrado. Nada podría ser arrastrado. El hacendado entonces entendió lo que su empleado le había querido decir. Y retornó a su cama para también dormir cuando el viento soplaba.

Tácticas para no romper tu dieta


Hay muchas formas de mantener tu dieta balanceada, conservando tu regla alimenticia en un proceso de delgadez táctico.

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¿Aplicas las mismas tácticas con las que lograste perder los primeros kilos de más pero ahora no te sirven para descontar ni un gramo? ¿Mantienes una dieta baja en grasas y practicas una actividad física regular y aún así no logras seguir adelgazando? ¿Sigues al pie de la letra el régimen que te indicó el médico pero últimamente parece haber perdido su anterior eficacia?

¡No pierdas los nervios! Esa situación, que puede prolongarse semanas o incluso durar meses, es bastante habitual y suele afectar a un elevado porcentaje de quienes intentan bajar de peso siguiendo un programa equilibrado de dieta y gimnasia, para quemar más calorías de las que ingieren, evitando que se acumulen en el cuerpo en forma de tejido adiposo.

Tu régimen para adelgazar no ha dejado de ser bueno: ¡el que ha cambiado es tu organismo!, que ha vuelto a quemar menos calorías de las que recibe. Es hora de que cambies levemente tus estrategias para seguir bajando de peso, a buen ritmo.

MENOS CALORÍAS

El mecanismo es el siguiente: a medida que tu cuerpo se reduce requiere cada vez menos calorías para funcionar, de modo que la dieta y los ejercicios que te ayudaron a perder los primeros 5, 10 ó 20 kilos, ya no permiten quemar las suficientes calorías para seguir perdiendo peso al ritmo inicial.

Con el tiempo incluso puedes recuperar algo de peso si no cambias la relación entre las calorías ingeridas y las gastadas. Estas son algunas de las mejores tácticas dietéticas para superar la “desaceleración” de tu dieta:

1.- Aumenta el control de lo que ingieres. Ármate de paciencia y de aparatos de medida como balanzas o tazas graduadas, para no depender de tu intuición, de lo que “te pide el estómago”, para calcular tus porciones de comida. Una vez que te acostumbras al tamaño que deben tener tus porciones, sólo deberás medirlas de vez en cuando para asegurarte de que siguen siendo correctas. Las porciones deben ser razonables con una sola excepción: no pongas límites a las frutas y verduras, que son saciantes y sanas.

2.- Consume más fibras y líquidos. Aunque no son convenientes como estrategia a largo plazo, las comidas líquidas pueden ser una ayuda para romper la “desaceleración” de tu régimen. Otra sustitución interesante: los plátanos, zanahorias y palomitas de maíz pueden contener más fibras y menos calorías que los bizcochitos o tartas “bajas en grasa”, con lo que te ayudan a alcanzar la saciedad comiendo menos.

3.- La última comida, más tarde. Retrasa la hora de la cena: comer 30 ó 60 minutos más tarde que de costumbre, puede ser lo que necesitas para evitar las peligrosas incursiones nocturnas de picoteo a la nevera o la alacena. Además, puede que controles tus porciones, pero que comas los restos de comida de tus hijos, con lo cual sumas calorías de forma inadvertida.

4.- Ponle un “punto final” a la comida. Procura hacer cosas que indiquen claramente que la comida ha finalizado, como lavarse los dientes. También puedes poner en marcha un cronómetro al sentarte a comer, para que cuando suene sea la señal de que hay que debes encontrarte fuera de la cocina o del salón comedor: las dos zonas de la casa de mayor riesgo calórico.