‘Ya no sé en dónde pongo las cosas’, ¿quién me llamó hace media hora?. A no desesperarse, hay cambios naturales que se dan con la edad que no impiden hacer una vida normal.
‘Antes me acordaba de todos los números telefónicos, ahora no recuerdo ni el mío’. Estas son palabras conocidas para gran parte de nosotros, que nos llenan de interrogantes y disparan nuestros más escondidos temores sobre el futuro: ¿tanto envejecí?, ¿tendré Alzheimer, arteriosclerosis, me estaré volviendo loco?, ¿qué será de mí?.
A no desesperar. La amnesia simple, es decir la pérdida de memoria con preservación de las funciones intelectuales, es una condición benigna que se presenta frecuentemente en las personas mayores de 40 años. Se la conoce también como ‘alteración de la memoria asociada con la edad’, y se caracteriza por el olvido de los nombres de la gente y de otros datos y hechos aislados, con conservación del juicio, el intelecto, el lenguaje y la capacidad de aprendizaje. Aunque puede traer algunos inconvenientes, no es incapacitante, no empeora en forma ostensible con el paso del tiempo y permite hacer una vida completamente normal. En las mujeres, los cambios hormonales vinculados con la menopausia pueden también acompañarse de alteraciones benignas de la memoria.
Después de los 60 años, pueden producirse otros cambios tales como la disminución de la atención y la concentración y el enlentecimiento de la capacidad de fijar datos nuevos. Estas modificaciones son normales para la edad, no son parte de ningún proceso patológico y tampoco impiden hacer una vida normal.
La amnesia puede ser también parte de un cuadro de origen psicológico o psiquiátrico. La causa más común es la depresión, pero también se da en situaciones de estrés intenso y en cuadros diversos como el trastorno de pánico, la ansiedad intensa y sostenida, las fobias severas y con mucho componente de angustia, y otros. Antes de pensar en “algo malo”, siempre es conveniente investigar la presencia de algún problema de orden emocional que pueda ser el responsable de los cambios de la capacidad de recordar.
Nunca es bueno minimizar signos o síntomas que podrían estar anunciando el inicio de una enfermedad, pero tampoco es conveniente sentirse enfermo antes de tiempo. Si nos quedan dudas o queremos quedarnos más tranquilos, siempre queda la opción de evaluar la naturaleza de los síntomas mediante el empleo de tests específicos que ayudan a determinar el origen del problema y la conducta a seguir.
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