Garabatear un poco es un ejercicio muy beneficioso para los pequiños.
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Aproximadamente entre los 12 y los 18 meses los pequeños empiezan a interesarse por los lápices, las ceras y los rotuladores. A los pequeños les encanta expresarse sobre una hoja, muebles; pero más aun en las paredes.
No es una travesura, el niño no es todavía consciente de que eso es incorrecto. Simplemente se han despertado en él o en ella sus habilidades artísticas que son muy importantes para su desarrollo y para su aprendizaje futuro.
No le quites las pinturas. Basta con comprarle las adecuadas (sólo lápices gruesos, ceras anchas sin envoltorio y rotuladores súper lavables) y enseñarle que se pinta en las hojas y no en las paredes.
Podrán ver que los primeros garabatos son trazos descontrolados, impulsivos, que para hacerlos el bebé mueve todo el brazo desde el hombro, más tarde aprenderá a hacerlo desde el codo y luego controlará la muñeca y los dedos.
Pero, ¿por qué el garabateo, lo que para nosotros son puros tachones, es tan importante para ellos? Pues porque además de desarrollar la creatividad del pequeño, le ayudan a expresar lo que siente, a fomentar su autonomía, y, principalmente, porque es la previa a la habilidad de escribir.
En la primera fase del garabateo lo que más le preocupa es llenar la hoja de rayones, a veces incluso mirando hacia otro lado, sin prestar atención al papel. Tampoco se interesa demasiado por los colores que utiliza. Es una mera descarga motora.
Sin embargo, aunque parezcan ser irrelevantes, esos trazos son su primera expresión gráfica, así que lo mejor que podemos hacer los padres es estimularles para que pinten a sus anchas (si es en las hojas, mejor), festejarles sus creaciones y colocar los dibujos en un sitio visible de la casa.
Aunque parezca que no, le estaremos ayudando a dar su primer paso al estrellato artístico, quien te dice que el día de mañana no acabes vendiendo esos garabatos por millones. Y si no es así, igualmente serán un gran recuerdo.
Fuente: bebesymas.com