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Para estudiar las reacciones cerebrales implicadas en el amor, Young ha trabajado con roedores, que son un buen modelo para las relaciones humanas porque "crean relaciones de pareja de por vida y crían a los hijos juntos". Y ha demostrado que este comportamiento es fácil de cambiar químicamente. En concreto, si se coloca a una hembra de rata de campo junto a un macho inyectándole oxitocina -una hormona que se vincula a aspectos sociales y de cuidados en el cerebro-, se vinculará pronto a ese macho. Por el contrario, reducir los niveles normales de oxitocina provocará el absoluto rechazo de su pareja sin importar cuántas veces mantenga relaciones sexuales con él. En otras palabras, una sola dosis de la hormona adecuada puede alterar drásticamente las relaciones en estos mamíferos.
En cuanto a humanos, “algunos experimentos ya han demostrado que una inyección nasal de oxitocina aumenta la confianza y ayuda a entender las emociones de los demás”, escribe Young en Nature. Y en Australia se investiga actualmente cómo utilizar esta hormona en spray como apoyo a las tradicionales terapias de pareja.
Por otra parte, recuerda Young, hay que tener en cuenta que el amor no se basa en una sola sustancia. Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que las diferencias en un gen llamado complejo mayor de histocompatibilidad (MCH por sus siglas en inglés), que afecta al sistema inmune, puede estar relacionado con la atracción sexual.
De cualquier modo, “los avances recientes en biología sobre vínculos de pareja indican que no pasará mucho tiempo antes de que alguna persona poco escrupulosa meta una poción farmacéutica del amor en nuestra bebida”, pronostica Young. “Y si eso sucediera, ¿nos importaría? Después de todo, el amor es locura”, reflexiona el investigador.
Fuente: Muy interesante.