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Cada día, desde muy temprano en la mañana, nuestras calles se llenan de un sin número de personas que se movilizan de un lugar a otro para realizar sus actividades diarias. Estudiantes se desplazan a los centros de enseñanza, empleados de todas partes hacia sus áreas de trabajo y muchos otros más llenan los supermercados, bancos y demás comercios. A diario salimos a las calles para cumplir con nuestra acostumbrada rutina, esto sin saber que circunstancias nos esperan fuera de casa.
Al salir de casa nos arriesgamos a encontrar fuera de ella una variedad de circunstancias incomodas, desagradables y hasta peligrosas; porque diariamente interactuamos con desconocidos, quienes no siempre cuentan con la educación y la paciencia que se necesita para vivir en países poco organizados como este.
Tenemos que soportar atropellos de todo tipo de personas indeseables que nunca reconocen cuando están equivocados. Como el que se cruza una luz roja provocando un accidente. Es preferible dejarlo ir para evitar una larga discusión, o peor aun, un disparo en la cabeza. Esto es solo una cosa entre tantas que suceden a diario en las calles.
Está también, el motorista que transita por las aceras de los peatones a quien hay que abrirle paso de forma obligatoria. Más adelante encontrarás a su colega motorizado rebasando y cruzándose temerariamente frente a vehículos de mayor tamaño sin siquiera inmutarse. Los que dan un frenazo para protegerle la vida al motorista no se han recuperado bien del susto, cuando de repente tienen que tirarse a la acera mas cercana para darle paso al chofer del autobús tras el, pues sabe que este le daría lo mismo empujarlo a la fuerza para recoger el pasajero que esta más adelante.
Vas al banco y un gracioso quiere quitarte el turno; intentas cruzar una calle y ningún vehículo reduce su velocidad; vas a un comercio y los empleados te tratan mal. Te llevan a un extremo en el que también te portas mal, un anciano te pide una limosna y lo mandas a trabajar. Las mujeres no conocen la paz, en cada esquina encuentran hombres que las hacen sentir sin privacidad, las acosan sin piedad.
Llegas a tu casa cansado, pero entonces el que vive al lado con su radio te hace desear matar. O tienes que ir corriendo a casa de este mismo vecino para evitar que malogre a su esposa o a uno de sus hijos.
Todo esto es una locura, ¿qué nos esta pasando?, ¿estamos a caso perdiendo el título de seres superiores?. En una granja se ven menos conflictos entre animales, y rara vez terminan en muerte. Todo el mundo está fuera de control, quieren pelear contigo en cualquier lugar y por cualquier tontería. ¿Qué acaso no nos damos cuenta de lo mal que estamos?
Somos individuos inteligentes, seres humanos y estamos aquí para evolucionar.