El ser humano tiende a ser más feliz en la vejez que en la juventud, porque con la edad el tono de las emociones pasa de negativo a positivo. Por otro lado, los sentimientos se vuelven menos activos (agitados) y más pasivos (serenos). La combinación de ambos factores propicia que los mayores sientan paz, calma, satisfacción y alivio más a menudo que los jóvenes.