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La doctora Elena N. Bodnar y sus colegas de Illinois recibieron anoche el premio IgNobel a la salud pública por diseñar y patentar un sostén que puede transformarse en un par de máscaras de gas, una para la usuaria y otra para algún necesitado.
Entre los galardonados estaban también el patólogo Stephan Bolliger y sus colegas de la universidad de Berna (Suiza), que fueron premiados por un estudio realizado para determinar si una botella vacía de cerveza hace más o menos daño al cráneo humano que una llena durante una pelea de bar. "Ambas son suficientes para romper el cráneo. Sin embargo, las vacías son más solidas", explicó Bolliger en un correo electrónico.
Donald Unger, un alergólogo californiano de 83 años, fue reconocido con el IgNobel de Medicina por llevar más de 60 años haciendo crujir los nudillos de su mano izquierda y nunca los de su derecha para probar que este hábito no causa artritis, conclusión que publicó en 1998 en la revista Arthritis and Rheumatism. El premio a la investigación más absurda en química recayó sobre los científicos mexicanos que convirtieron tequila en diamantes. En el terreno veterinario han sido premiados los británicos Catherine Douglas y Peter Rowlinson, de la Universidad Newcastle, por demostrar que poner nombre a las vacas hace que produzcan más leche. Y los físicos Katherine K. Whitcome (Universidad de Cincinnati), Daniel E. Lieberman (Universidad de Harvard) y Liza J. Shapiro (Universidad de Texas) fueron premiados por estudiar por qué las mujeres embarazadas no se caen.
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