Modificar algunas costumbres cotidianas que pasan inadvertidas pero perjudican el bolsillo, ayuda a economizar energía o agua, y por lo tanto dinero.
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Ahorre agua.
Es uno de los recursos más amenazados por el cambio climático y a la vez uno de los que más se derrochan en las casas. Cierre el grifo cuando no está utilizando el agua, evite los goteos y tenga en cuenta que los grifos tipo “mono-mando” son los que pierden menos líquido. Además, al cepillarse enjuáguese los dientes con un vaso en vez de dejar el chorro abierto, y procure darse duchas en vez de baños. En el caso del váter, conviene instalar cisternas de doble descarga o introducir una botella llena de agua en su depósito, para gastar menos agua cada vez que se produce su vaciado.
Combustible.
El consumo de combustible se multiplica al superar los 100 kilómetros por hora, y también aumenta cuando se utiliza la primera marcha para circular; hay que utilizar al solamente al comienzo y cambiar “a segunda” cuando se ha recorrido una decena de metros con el vehículo.
Al cocinar.
Las baterías de cocina dotadas de un fondo difuso grueso requieren menos energía para cocer los alimentos, mientras que utilizar el microondas en lugar del horno convencional permite ahorrar entre un 60 y un 70 por ciento de energía. Además las ollas de presión súper rápidas o “exprés” gastan menos energía al cocer los alimentos en menos tiempo.
Comprar donde convenga.
Según diversos estudios de las organizaciones de consumidores, los alimentos frescos y envasados, productos de droguería y limpieza, el pescado y las carnes, así como las frutas y verduras, pueden adquirirse a precios más convenientes según el sitio donde se adquieran: los grandes centros comerciales e hipermercados, los supermercados de barrio o los establecimientos medianos. Por lo tanto conviene informarse sobre en qué tipo de comercio es más económico cada tipo de artículo y de no olvidarse de usar los cupones descuento.
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