Una cumbre, Un rey y su Autoridad.
LA XVII Cumbre Iberoamericana queda marcada para la historia por dos secuencias: en la primera, el rey Juan Carlos amenaza con autoridad al extravagante presidente venezolano, Hugo Chávez, a que se calle ( "¿por qué no te callas?", le dice), y en la segunda, el Monarca abandona el plenario de la cumbre tras una diatraba del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, contra el papel de las empresas españolas. Es bastante poco discutible que el populista Chávez llegaba a la cumbre de Santiago de Chile en medio de numerosos problemas internos y que una buena manera de esquivar las protestas que sufre era intentar cargarse las reuniones. De ahí las broncas que ha protagonizado desde el viernes y la actitud chulesca y totalitaria que ha exhibido. Sus intervenciones no eran una crítica, que está en su derecho de hacer, sino un desprecio absoluto a cualquier mínima regla de relaciones entre dos países. Chávez consigue resonancia por su actitud, habiendo olvidado por el camino que en este caso fama y ridículo van de la mano. La dilatada experiencia del Rey en foros internacionales paró a tiempo la salida de tono de Chávez y se abre en canal el interrogante sobre qué va a suceder a partir de ahora con las cumbres iberoamericanas.
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