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Desde que nacemos, nos vemos envueltos en un sin fin de situaciones que nos impulsan a crecer y madurar para superarnos y así pasar a lo que yo llamo "siguiente nivel".
Es bien conocido por todos que la lucha de cada ser empieza desde antes de la fecundación, luego viene el desarrollo físico dentro del vientre materno y más tarde el crecimiento y aprendizaje que inicia inmediatamente nacemos. Con esto tenemos claro que el avance nos persigue desde nuestros inicios, especialmente aquel que modifica nuestro aspecto y capacidades físicas durante el inevitable y permanente proceso de envejecimiento.
Nuestra comunidad y todo nuestro entorno social nos incita a seguir avanzando. Ejemplo de ello es el requisito que a muy temprana edad nos conduce a estudiar, y a no detenernos hasta lograr un nivel académico del que nos podamos sentir orgullosos.
Cada vez que logramos algo, por muy pequeño que parezca, es un avance. Terminar la secundaria, adquirir cédula de identidad, pasaporte o licencia de conducir son avances; así como conseguir un buen empleo, visa o terminar la universidad. Son inclusive avances mejorar la caligrafía, y controlar los impulsos negativos que en ocasiones nos dominan.
El avance debe ser en cierta manera uno de nuestros mejores amigos. Con esto quiero decir que nunca debemos olvidarnos de el. El hecho de conseguir nuestros objetivos en la vida no significa el fin del avance. Siempre será necesario mejorar algo en nuestras vidas, aunque sea nuestro comportamiento en la mesa. Sería interesante que cada ser humano se revisara a diario y se comprometiera a mejorar algo cada día; que el desarrollo humano se convierta en una de sus prioridades, y que nunca jamás permita que se detenga el avance.
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